FANTASMAS DE NUESTRAS TIERRAS
Un festival de cine suele exhibir diversos cines, desde temas hasta formas, pero esta diversidad suele tener un epicentro, más o menos evidente, que se irradia a través de las sesiones según las intenciones. Un festival tiene énfasis y rechazos. Al menos si la intención del equipo de programación y la organización del evento es tener cierto nivel de identidad reconocible en sus elecciones y propuestas. Las decisiones en los festivales son, desde sus propias premisas, arbitrarias hasta cierto punto, pero con claridad en esta arbitrariedad inicial, las opciones pueden ser más justificadas y coherentes, de acuerdo con ciertas directrices generales.
La Muestra CineBH – Festival Internacional de Cine de Belo Horizonte, tanto en su programación general como en su sección competitiva en particular, tiene esta intención: ser un festival que, a pesar de su heterogeneidad, cuenta con premisas. Su enfoque cinematográfico internacional, tanto en las tres ediciones anteriores como en la actual, se centra específicamente en el cine latinoamericano. Estas películas deben ser dirigidas por directoras y directores nacidos en Latinoamérica, y la mayor parte de la producción también debe ser de un país latinoamericano. Estas son nuestras elecciones.
En la muestra competitiva Territorio, que incluye hasta ocho largometrajes y que este año celebra su tercera edición, existe una directriz clara: la renovación constante de directores. Las películas seleccionadas son de quienes han dirigido un máximo de dos largometrajes previos. Esta es otra de nuestras decisiones. Además, intentamos no programar demasiados títulos de un solo país y, por lo tanto, nos esforzamos por presentar una variedad de orígenes, preferiblemente de diferentes regiones de Latinoamérica. Estos son filtros objetivos. Existen otros menos explícitos, que se refieren a estilos, tipos de cine, temas y personajes.
¿Y qué cines de Latinoamérica intentamos mostrar? Nuestra noción del cine latinoamericano contemporáneo incorpora en sus selecciones las irregularidades internas de las películas y la percepción de que la latinidad cinematográfica enfrenta limitaciones y dificultades de diversa índole. No somos europeos, asiáticos ni norteamericanos (es decir, Estados Unidos y Canadá). Somos latinoamericanos, y eso significa algo: proponer soluciones basadas en las contingencias de las economías y sociedades marginadas en relación con los epicentros económicos, militares y culturales del planeta. Es un juego geopolítico-estético, que se puede jugar con nuestras tácticas o con las tácticas de los ambientes en los que queramos entrar.
Si bien la Muestra Competitiva y las demás sesiones no competitivas del festival forman parte de un evento multifacético, destacado por sus encuentros entre profesionales de la dirección, la producción, laboratorios internacionales, festivales de cine, agentes de ventas y distribuidores, siempre centrados en proyectos brasileños en desarrollo y con aspiraciones a colaboraciones internacionales, su programación cinematográfica busca una internacionalización más autoral, con menos concesiones a su circularidad fuera de su país de origen, con modos más propios de elaborar una sucesión de imágenes y sonidos basados en un interés primordial. Nada en contra de los laboratorios y las coproducciones, desde luego, pero siempre que, en estos procesos, se preserve el impulso matricial, sin aplanarlo ni rediseñarlo, con miras a una aceptación más amplia y fácil.
No existe un solo cine latinoamericano que aspire a los mismos horizontes o siga el mismo manual, si es que sigue alguno. Pero si quiere dejar huellas propias en el ecosistema cinematográfico, esta latinoamericanidad necesita excavar y establecer sus propios genes creativos, sin caer en la esencialización cultural y, en consecuencia, formal.
Las películas latinoamericanas que nos importan, lejos de ser las que son más aceptables para el mundo exterior, son siempre aquellas que se hacen posibles gracias a los deseos, sin perseguir la estética neoliberal de la eficiencia por encima de todo. Películas extrañas, enigmáticas, misteriosas, retorcidas, elípticas, ensayísticas, con más sugerencias que certezas. Un cine que, en última instancia, es de acumulación, sin centros organizadores claros, alejado de los clasicismos, porque incluso en el frente más narrativo, hay ruidos de comprensión.
DE LAS PELÍCULAS A LA PROGRAMACIÓN
Durante el proceso de visionado de películas para el festival de este año, el equipo curatorial se topó con una constante no tan sutil en los diversos largometrajes programados en la muestra competitiva Territorio, la muestra no competitiva Conexiones, o en ninguna de ellas: un interés por el suelo, los documentos y otras superficies que, en sus rastros y vestigios, revelan algo del pasado histórico de América Latina. Se trata de películas de investigación, arqueología cinematográfica, la exhumación de una historicidad enterrada, que operan a contracorriente del tiempo cronológico que siempre avanza. Películas que excavan archivos, tierras, sonidos, discursos, objetos, huesos, la materialidad de las culturas de los pueblos de aquí, de ahora y de antes. Películas que resaltan inconvenientes: que los fantasmas andan sueltos en nuestros países y que nuestro destino es el eterno retorno de nuestro pasado violento para atormentarnos.
Conectada con esta evidencia de las películas inscriptas, la tercera edición de la muestra competitiva Territorio presenta un conjunto diverso pero conectado de largometrajes. Las ficciones más evidentes son de Argentina, Una Casa con Dos Perros, y de Uruguay, Quemadura China, ambas abordando interiores circunscritos en universos urbanos y de clase media, habitados por personajes mínima o totalmente fuera de la curva de performatividades dichas o entendidas como “normales”. Las crisis están presentes en ambas películas: más subjetivas y creativas en la uruguaya, que propone la realización de una película dentro de una película, ambas derivadas del teatro, y más económicas y psíquicas en la argentina, presentando diferentes ramas de la misma familia en una casa cuya matriarca delira. Ambos largometrajes presentan dinámicas a través de las cuales lo externo, directa o simbólicamente —o ambas cosas—, invade lo interno: la película invade la vida (y viceversa); el país invade y refleja la crisis del hogar familiar (y viceversa).
La tercera película de ficción del programa —con tintes documentales—, Chicharras, de un colectivo del sur de México, aborda la familia en su sentido más amplio, el de una comunidad donde las decisiones se toman colectivamente. Esta familia social no está en crisis, sino unida en conflicto, en este caso contra la construcción de una carretera que atraviesa su territorio. Los actores no profesionales interpretan personajes cercanos a sus experiencias. Predomina un sentido de autodeterminación.
La peruana Punku también tiene su lado ficcional, pero de una manera aún más rugosa, ensayística y experimental, con diversidad de materiales visuales y un montaje de idas y vueltas. En el centro —si es que lo hay— se encuentran un hombre y una mujer jóvenes. Él es silencioso y no puede ver. Ella está obsesionada con cuidar de él y de su propio futuro como modelo.
La ficción brasileña Movimiento Perpetuo, primer largometraje del municipio de Arapiraca, en el interior de Alagoas, desafía las definiciones fáciles y apresuradas, siendo extraña y singular en su estilo, desfasada de las tendencias contemporáneas o clásicas más aceptadas. Es una rareza tanto por sus inusuales orígenes en el cine brasileño como por sus caminos tortuosos y provocadores, que nos interrogan constantemente sobre lo que vemos y el destino de este conjunto de situaciones. Quienes buscan respuestas y conclusiones fáciles a cualquier precio pueden encontrarse perdidos en medio del viaje de esta película, ambientada en tierras rodeadas de naturaleza y misterios indescifrables a primera vista.
En el ámbito de los temas de actualidad más directos, se encuentra Oasis, una película chilena creada por un colectivo consolidado que explora el cine observacional como una estrategia convicta. La película expone la multifacética agitación política que se vivió en Chile entre 2019 y 2020, durante las manifestaciones que tomaron las calles y, junto con los debates parlamentarios, culminaron en el plebiscito por una nueva Constitución. Es un documental en la tradición del cine directo y el cine callejero chileno, en el que el equipo interactúa con la ciudadanía y sus percepciones sociales, aunque también está presente en las esferas más formales de la política.
La película colombiana Bienvenidos Conquistadores Interplanetarios y la ecuatoriana Huaquero abordan imágenes y rastros del pasado. La primera utiliza un ensayo experimental, con extensas imágenes de archivo, sobre la relación entre Colombia y Estados Unidos en el contexto de la carrera espacial. La segunda se centra en personajes que, filmados de una manera que combina lo observacional y lo performativo, se ganan la vida excavando la tierra para recolectar objetos del período precolombino y restaurándolos para venderlos a precios justos, pero raramente alcanzados.
Desde el funcionamiento y las disfunciones de una familia en Argentina hasta la vida teatral de personajes extraños en Uruguay, desde la colectivización política de una comunidad en México hasta ficciones experimentales con personajes y situaciones excéntricas en Perú y Brasil. Desde el cine observacional sobre el deseo de cambio y la preservación de las diversas facetas e intereses en un solo país (Chile), hasta películas centradas en rastros de otros tiempos en Ecuador y archivos cuya evidencia revela contradicciones en Colombia.
Los largometrajes de la muestra Territorio están al tanto y se apoyan en su contexto histórico y cinematográfico, sin caer en “clichés latinoamericanos” preconcebidos en cuanto a premisas y estilos. Incluso cuando aparentemente se limitan a un grupo o una familia, en la ficción, el documental, el ensayo o las películas híbridas, la política y los fantasmas históricos desestabilizan y acechan las imágenes, convirtiendo la fantasmagoría en la atmósfera incrustada y asumida en la propia programación. Enfrentemos.
Cleber Eduardo
Coordinador curatorial
Ester Marçal Fér
Leonardo Amaral
Mariana Queen Nwabasili
Curadores
Gustavo Maan
Curador asistente