HORIZONTES LATINOS: ¿SOMOS NUESTRO FUTURO?
Lo que pudimos avanzar y conquistar en términos de derechos políticos y civiles, en una necesaria redistribución del poder, de la cual la descolonización de la sociedad es presupuesto y punto de partida, está ahora siendo arrasado en el proceso de reconcentración del control del poder en el capitalismo mundial y con la gestión de los mismos funcionarios de la colonialidad del poder. En consecuencia, es tiempo de aprender a liberarnos del espejo eurocéntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsionada. Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos.
Aníbal Quijano en Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina
Antes del cine, las sociedades, los países, la geopolítica económica, la vida cotidiana y la estructura en general. Durante el proceso de visionado de películas sometidas a la convocatoria de la muestra CineBH 2025, provenientes de casi todos los países latinoamericanos, nos vimos constantemente acosados por la confrontación fiscal de Estados Unidos con otros países, con Brasil y China a la cabeza, y por la violencia policial interna de la administración Trump. Si bien para ellos el enemigo principal es China en el frente económico y los latinoamericanos y árabes en el frente interno, hubo presión desde muchos frentes, especialmente desde países gobernados por presidentes o partidos que no se alinean con el frente internacional de derecha y ultraderecha liderado por la Casa Blanca, con sus agendas bélicas y reaccionarias, sus políticas de miedo y represión, sus imaginarios y prácticas de persecución, y sus diversas intolerancias: religiosas, políticas, sociales, artísticas, sexuales, raciales, étnicas y de género. Estos son valores contra los que, en el cine y en la vida, nos ponemos en oposición. Y, dentro de lo posible, en acción.
Estados Unidos puede ser el epicentro de mucha cosa, pero no representa todo el problema. En diversas sociedades, existe una ascensión y persistencia de grupos políticos con banderas que se oponen a la democracia, el igualitarismo, la solidaridad social, la defensa de las minorías perseguidas y los avances comportamentales en general. Existe un esfuerzo por contener las transformaciones y detener la progresión orgánica de los modos de vida. También existe un mantra ideológico y un enfoque económico ultraliberal que afirma que el arte, incluyendo o especialmente el cine, debe basarse estrictamente en el mercado y no estar regulado por los gobiernos, como ha sido el caso aberrante de las plataformas digitales y los servicios de streaming. Cualquier intento de mediación a través de leyes e impuestos viola lo que estos grupos entienden como libertad de expresión y de negocio. Ya sea en el cine o en el poder judicial, buscan interferir y atropellar, actuando según sus intereses.
Afrontamos las presiones y amenazas con la frente alta y un sentido de autodeterminación, con un esfuerzo siempre limitado y necesario para construir un sentido de soberanía para los pueblos (y no solo para las naciones), ¿o nos inclinamos y seguimos los planes de los centros de poder económico y militar? Diferentes potencias económicas tienen la mira puesta en nuestro territorio, quieren interferir en nuestra legislación e imponer sus intereses a los de los países económicamente más débiles. Sería ingenuo sacar el cine de este contexto político, ya que, en las relaciones con los Estados, el cine es una cuestión política, no solo de mercado. Consideremos el caso de Argentina, bajo el liderazgo de Milei, que ve cómo su cine se marchita estructuralmente, pero resiste, especialmente a través de colectivos regionales. La mano que aplasta, como consecuencia, estimula cuerpos que reaccionan. Y reaccionar y replantear es necesario.
¿Por qué el futuro del cine latinoamericano pertenece a Latinoamérica? ¿Se trata simplemente de retórica romántica e idealista, y de patrioterismo latinoamericano? La reflexión se vuelve esencial cuando nos damos cuenta de que, para algunos, el futuro de nuestro cine está en el extranjero, lo que presupone un pasaporte, festivales, películas en otros idiomas más comercializables y la aceptación de la crítica internacional, sinónimo de una transición “de la habitación de atrás al living” del llamado cine mundial. Para internacionalizarse, dicen algunos, es necesario diseñar la internacionalización incluso antes de los estrenos, abarcando también las necesidades de coproducciones y el acceso a financiación en Europa y, hoy en día, las concesiones a las diversas formas de acoso de las grandes compañías de streaming.
Las perspectivas intrínsecamente latinoamericanas de la Teoría Decolonial proponen un cambio en la centralidad del conocimiento y las culturas para interpretar y cuestionar el mundo desde el colonialismo. Según el sociólogo peruano Aníbal Quijano, la colonización ibérica y británica de las Américas constituye la fundación contradictoria de la modernidad, asociada al capitalismo y al colonialismo, con los consiguientes procesos de intersubjetivación entre diferentes pueblos basados en un patrón global de control, jerarquías raciales y un colonialismo del poder que organiza las diferencias entre pueblos y razas hasta la actualidad, con constantes actualizaciones de estos patrones homogeneizadores, vinculados también a las nociones y prácticas de los Estados-nación para los pueblos colonizados.
Si sostenemos que nosotros somos nuestro futuro, incluso en medio de una relación con una lucha de poder que escapa a nuestro control, es porque la materia prima es nuestra, financiera y humana. Las leyes son nuestras, buenas o malas, presentes o ausentes, aunque estén en disputa, con interferencias y presiones externas e internas. Porque nuestro futuro incluye, en cada país y en toda Latinoamérica, el futuro que no queremos. Nosotros siempre somos nosotros y todos los demás (nosotros). Es un nudo. Y considerando que la noción de cine latinoamericano puede ser más ficción que realidad, las realidades necesitan ficción para ser viables. Necesitan imaginación y proyectos, para vislumbrar un futuro que aún no existe, para evitar los errores y las repeticiones del pasado, sin dejar de tenerlos en cuenta al considerar los próximos pasos.
Todo futuro es una construcción y consecuencia de la planificación y las acciones presentes y pasadas. Todo futuro es también una incertidumbre vacilante para nuestros tiempos. El futuro es un esfuerzo contra lo imponderable y lo indeseable. Esto incluye una legislación específica para la actividad en cada país (actualmente en diversas situaciones, como analizamos en el tema de la CineBH de 2024, “Estados del Cine”) que aborde el equilibrio de género, los presupuestos, las razas, los pueblos, las regiones, los temas y un alcance más amplio o segmentado. Un cine hecho por más diversidad de propuestas, no para una concentración de empresas y autores ya insertos en el juego político y económico de la industria audiovisual.
Nuestras producciones forman parte de una pugna de poder con distintos intereses en el cine y los medios audiovisuales nacionales e internacionales. En este sentido, imaginar el futuro del cine latinoamericano no se trata solo de historias, contenidos y estéticas, sino también de las relaciones con países vecinos y de otros continentes. Las coproducciones con países europeos son, sin duda, una vía posible y deseable, pero también es importante invertir, de forma más o menos oficial, en alianzas dentro de Latinoamérica, como lo han hecho países como México, Colombia y, hasta hace poco, Argentina, que coproducen películas de países con economías más limitadas. También hemos visto alianzas entre productoras de países latinoamericanos menos prominentes e incluso coproducciones con Catar, Países Bajos, Luxemburgo y Dinamarca, desviándolas de los fondos más codiciados. El quid pro quo fiscal ha dejado clara a los países latinoamericanos la necesidad de evitar la dependencia de este o aquel centro de poder y comercio.
Arqueología y duelo
Aunque nos centramos en el futuro, en las películas solemos partir de nuestro pasado, con una investigación recurrente sobre los residuos y las huellas de los procesos históricos, la reescritura de las memorias de pueblos y territorios, la arqueología de tierras fantasmales, como zombis que, al ser desenterrados, regresan para exponer algo, la violencia física y los silenciamientos. Esta profunda preocupación por las huellas del pasado apunta a la necesidad de ir a los orígenes y las raíces, a las ruinas y los remanentes de un proceso de explotación y violencias, para forjar un futuro acorde con las múltiples capas que nos componen como sociedades y como cinematografías. Es nuestra elección, como latinoamericanos, reflexionar sobre nuestros orígenes, cómo nos formamos y hacer algo con ello. Siempre dentro de contingencias concretas, no meramente simbólicas. En estas investigaciones históricas, predomina un sentimiento de duelo.
Al reflexionar sobre la latinidad del cine en las Américas, o sobre las particularidades inherentes a las películas al sur y al norte del Ecuador, corremos el riesgo de inclinarnos hacia nociones premodernas de una identidad cohesiva, confundiendo nacionalidades y países con los procesos históricos, étnicos y sociales de su formación y desarrollo. Como propugna el concepto sociopolítico de “ameafricanidad”, no somos solo nuestros orígenes latinos europeos, ni solo nuestras genealogías de sociedades indígenas y africanas (en este caso, el resultado de la diáspora forzada derivada de la trata de esclavos). Somos las permanencias, contradicciones y tensiones de todas las presencias culturales, étnicas y raciales que se han amalgamado históricamente en nuestros territorios. Latinoamérica se autoconstruye en gran medida en sus diferencias, en su potencial inventivo, en la preservación de fuerzas conservadoras y en una fabulación de sí misma en fricción con las representaciones externas.
Es inevitable no considerar que “el futuro es ancestral”, como diría el escritor y pensador indígena Aílton Krenak. Por un lado, la fuerza de este pensamiento, que valora la sabiduría de los pueblos indígenas, cimentada en una profunda relación con la naturaleza y la comunidad, se ha manifestado en el cine latinoamericano en la innegable presencia del cine indígena como un espacio relevante para la invención. Por otro lado, este pensamiento también se ha visto socavado —como no podría ser de otra manera dentro del capitalismo— por el uso indiscriminado de sus ideas en obras y proyectos que poco tienen que ver con las propuestas reales de Krenak. Las películas realizadas entre cineastas juruás-caraíbas (no indígenas) y comunidades indígenas pueden enriquecer el cine y la autoexpresión de los creadores involucrados, o bien mermarla, en propuestas donde existe una clara asimetría de poder en la toma de decisiones.
No existe un único camino hacia el futuro, que ya está aquí, no allá adelante. Pero es crucial que, en medio de conflictos y enfrentamientos, entre visiones diferentes y la unión de fuerzas, este futuro, constantemente forjado por quienes participan directamente en cada país latinoamericano, no se determine desde afuera, ya sea a través de la legislación, las regulaciones, los contenidos, las formas o en sus visibilidades. “¿Somos nuestro futuro?” deja así de ser una pregunta e incertidumbre para convertirse en un proyecto sin supervisión externa y con la desafiante responsabilidad de la autodeterminación, que nada tiene que ver con la autonomía ni con la ausencia de alianzas.
Sea cual sea nuestro futuro en el cine latinoamericano, siempre será el resultado de decisiones y contingencias, deseos e inhibiciones, planificación y sumisión, confrontaciones y pasividades, la búsqueda de nuestros propios caminos y la copia de aquellos que nos son impuestos. El cine es un campo de conflicto, como todo en la vida, porque está inevitablemente ligado a la política. Nos corresponde fomentar un cine de necesidad (para existir), de circunstancias estimulantes para la creación (para hacerse viable) y de conexiones con el mundo (para expandirse), más que un cine de ideales. El ideal reside en el reino de las ideas. El cine, en el reino de la vida.
Cleber Eduardo
Coordinador curatorial
Con la contribución de
Ester Marçal Fér
Mariana Queen Nwabasili
Curadoras
y Gustavo Maan
Curador Asistente