ESTADOS DEL CINE LATINOAMERICANO
Cine BH llega al 2024 con claridad. Dedicar su programación cinematográfica al cine latinoamericano, como lo hacemos desde 2022, significa enfrentar imágenes y situaciones de poder y debilidad. Este universo cinematográfico, que abarca artistas y sociedades del sur, centro y norte de América, de Uruguay a México, pasando por las especificidades del Caribe, es un terreno cambiante e inconstante, con alternancias entre buenas y malas mareas, con vientos oxigenantes y ciclones destructivos, variando según los países y las épocas en esos países. Hay fases de duelo y lucha, celebración y enfrentamiento. De esta inevitable observación surge Estados del cine latinoamericano, nuestro tema para la 18ª edición.
La producción de los distintos países de la colonización ibérica no se compone únicamente de imágenes, narrativas y personajes que muchas veces evidencian las fracturas y traumas de los procesos de colonización. Eso es todo también, pero no sólo. Sus rasgos más internacionales en circulación y recaudación de fondos no son sólo resultado de asociaciones con Europa (en producción, laboratorios de desarrollo y exhibición), sino también de relaciones, en algún momento del proceso de producción o exhibición, con eventos y recursos de la propia América Latina. (como sesiones de avance de trabajo en festivales, como el programa Ventana Sur, como fondos vinculados a eventos de cine).
Estas alternativas de financiación pueden incluso ser saludables, si en la práctica no tienen mucha sed de dinero y poca capacidad de negociación. Dependen también de cuestiones previas, fundamentales para que las ambiciones no suenen utópicas o desesperadas: la relación con el Estado, visto no sólo como Gobierno/Ejecutivo, sino también como aparato jurídico y legislativo de las sociedades, sin el cual, históricamente, América Latina El cine americano se queda paralizado o, en el mejor de los casos, avanza sin una de sus piernas, sin brazos, haciendo de la precariedad de la estructura una condición, no un aliado, de la expresividad buscada.
Si bien se ha vuelto necesaria para la supervivencia interna y externa de la producción y exhibición cinematográfica, la relación entre los cines latinoamericanos y los Estados está modulada por un conjunto de estrategias políticas polarizadas. Dependiendo de la gestión y perfiles ideológicos de los gobiernos federales y de las asambleas legislativas, el sector pasa a ser una cuestión de Estado o no, a veces con leyes proteccionistas y proposicionales para la producción y comercialización de películas, a veces renunciando a esta relación para defender que el cine es un cine liberal. cuestión de mercado, una tierra sin ley, que tiene que obtener su dinero de financistas privados y obtener ganancias suficientes para pagar a los financistas y a los profesionales de la producción.
Incluso cuando no determinan la financiación estatal directa, las decisiones de los altos poderes ejecutivo y legislativo son las encargadas de modular las leyes de estímulo financiero y la regulación de la actividad cinematográfica en un contexto económico y cultural dominado por el dinero y las imágenes de las grandes empresas de Estados Unidos. Estados. En el pasado, era sólo dominio de Hollywood. Actualmente, también hay preponderancia de las empresas de streaming más poderosas, que, ante una legislación débil en materia de mercados internos, operan sin pagar impuestos y, por tanto, sin participación efectiva en la actividad audiovisual local, contratando únicamente mano de obra para la producción de contenidos nacionales. cuando importa. Este es el actual campo de batalla en varios países, incluido Brasil.
A falta de bases de datos organizadas por las agencias cinematográficas propias de cada país, con raras e impresionantes excepciones, como las de Chile, Colombia y México, las últimas investigaciones exhaustivas y más detalladas se llevaron a cabo en colaboración entre el Banco Interamericano de Desarrollo (BID ) y NetFlix, quienes mapearon el potencial y las necesidades de cada mercado en América Latina, para tenerlos como una posibilidad de utilizar ubicaciones y servicios locales, antes de invertir en producciones propias de los países, creando así una demanda de lógica mínimamente industrial, beneficiándose de algún modo de los estímulos del cine y de las leyes audiovisuales.
Cada país tiene sus propias regulaciones, con menos o más dinero, con preocupaciones más o menos integrales, algunas con reserva de vacantes y financiamiento para mujeres, para negros y afrodescendientes en cargos directivos, con logros de proponentes indígenas o mestizos, pero otros sin ningún tipo de política afirmativa. Para tener una idea del contexto latinoamericano en términos de género, según Revista LatAm Cinema, publicación especializada en la industria cinematográfica latinoamericana desde hace más de 20 años, en promedio las directoras no superan el 20%, y en algunos países esta cifra El porcentaje es aún menor para las guionistas, por ejemplo.
¿Qué retrato se puede hacer de este momento tan fluctuante de las políticas públicas cinematográficas y de las leyes de regulación audiovisual en los distintos países latinoamericanos?
¿Cómo afectan estas fluctuaciones a las posibilidades de coproducción y presencia en los mercados?
¿Cómo se ven afectadas las películas en sus propias formas y en su circulación por la presencia o ausencia de políticas públicas y leyes para el sector cinematográfico?
Estas preguntas están entre nosotros y se pueden vivir en la programación de Cine BH.
Cleber Eduardo
Coordinador Curatorial